domingo, 14 de septiembre de 2008

Yo he tenido mi Mrs. Robinson, pero a los 13 parte V

Hola de nuevo, después de un largo tiempo de hueva, provocada por distintas razones, aquí estoy, tratando de terminar este asunto.

Si a Lucas le tomó 6 episodios, no veo porque yo no pueda hacer lo mismo. Bueno eso sólo en caso de que no me de esta parte para terminarlo. Vayamos a donde me quedé.

Bueno, después de resolver algunos problemillas técnicos, sigo.


¿Donde me quedé?


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Eso de ser un "gran besador" no estaba en mis planes, sin embargo me dejé llevar, muerto de miedo, y más bien paralizado (en todos los sentidos) por la situación. Tal vez por eso me dejé llevar.


Ella se volvió a acercar, despacio mirándome a los ojos, volví a sentir lo esponjoso de sus labios. Esta vez ella llevó el ritmo, me daba ligeros besos, cada vez mas largos hasta que los posó definitivamente sobre los míos. Entonces sentí su lengua, fue como si me invitara a tocarla con la mía. Entonces entendí que los besos eran eso, una nueva forma de acariciarse.


Mi corazón seguía acelerado, muy acelerado, mi respiración también era muy profunda, pero por alguna razón todo eso estaba bajo control. Sus dedos jugaban con mi cabello, la piel se erizó, mi reacción fue acariciar su espalda.


Todo iba muy bien, fue un momento realmente inolvidable. Por supuesto de cuando en cuando abría los ojos para saber que hacía ella, y me tranquilizaba la idea de verla confiada, sabiendo lo que hacía. Se me olvidó todo, la casa, Alberto, mis amigos, todo. El mundo dejó de existir por un momento. Todo era felicidad, todo hasta el momento en el que sentí como me tomó del brazo, buscando mi mano, para llevarla a su pecho, su gran pecho. Entonces me volví a asustar y me separé bruscamente.


-Tranquilo, no pasa nada- susurró mientras recargaba la barbilla en mi hombro. -Si una chica hace eso,- me explicó -tú debes corresponderle, sino va a sentir que la desprecias o que no te gusta. Pero si la chica no lo hace, o no hace algún movimiento para acercar su pecho a tus manos, debes esperar alguna otra señal porque sino la cosa se puede ir al caño.


-Volvamos a donde nos quedamos- y diciendo eso puso mi mano en su pecho y nos volvimos a besar. Yo sólo dejé la mano ahí, no sabía que hacer. Estaba nuevamente asustado.


-A ver grandulón, si ya llegaste a segunda base aprovéchalo, acariciarme, aprieta pero no muy fuerte.-


La sensación era realmente agradable pero ahora me encontraba en un lío, no podía atender a la lengua, los labios, la espalda y el pecho. Ponía atención en algo y descuidaba lo demás, y por supuesto me preocupaba la reacción propia de mi cuerpo. Que vergüenza si se da cuenta de lo que me pasa.


Poco a poco y más bien porque ella me iba llevando fui agarrando el ritmo, mis dedos intentaban sin éxito, meterse entre los botones del saquillo. Tenía que hacerlo despacio, sin que se diera cuenta sino hasta que ya estuviera ahí, pero no lo lograba. Así que como me di cuenta de que no se oponía me aventuré a desabrochar un botón. Chale, que difícil es hacerlo con una sola mano. Sin dejar de hacer lo que estaba haciendo ella misma se abrió la ropa.


Oh sorpresa, me di cuenta que ella también temblaba, estando en igualdad de circunstancias la cosa cambiaba un poco. Puso sus manos en mi nuca y poco a poco me fue llevando a su pecho, su respiración y esos pequeños gemidos me aceleraron aún más. Todo era nuevo para mí, y a pesar de no saber exactamente que hacer me dejé llevar.


De pronto, no sé porque, la mordí y ella dio un grito y me empujó -No seas salvaje- Enojada se cubrió de nuevo. O sea la cagué. No sé que cara habré puesto que de inmediato me abrazó y me dijo -No, no lo tomes a mal, lo que pasa es que me dolió mucho. Eso te debe enseñar a controlarte, nunca hagas algo que pueda romper el encanto, nunca le hagas daño a la chica con la que estás. Entiendo que te aceleraste, todo iba bien pero lo que pasó me desconcentró.-


En realidad yo estaba muy asustado por varias razones, primero por el grito, luego porque ese grito se escuchó hasta el DF, o al menos eso me pareció. Pero lo que más me asustó fue darme cuenta en donde estaba y lo que estaba haciendo, y con quien lo estaba haciendo. Por alguna razón quise salir corriendo. De echo lo hice, sólo alcancé a balbucear -Lo siento, buenas noches- y sin más me fui al baño en espera de que mi erección pasara.


Con cautela me metí en la casa de campaña, me acomodé lo más lejos que pude de los demás e intenté, sin éxito, dormir.


A la mañana siguiente, no sabía donde meterme, tenía un par de sensaciones encontradas, no me la quería encontrar, pero era urgente verla.


La abuela nos llamó a desayunar, Alberto y Mike empezaron a tirar a la gente a la alberca, según ellos para estar bien despiertos. Ese momento relajó un poco mi tensión, y todo mundo terminó en el agua, menos la abuela y la tía quien por cierto se apareció en la cocina como si nada hubiese pasado. Nos vimos y ella me saludó como cualquier otro día, yo quise acercarme y ella me hizo un gesto de indiferencia.


-Chale, si que la cagué- pensé en voz alta, Alberto me digo -¿de qué o por qué?-uy me di cuenta que me escuchó -eh es que... creo que no traje cepillo de dientes-.


Yo con todas las dudas del mundo y ella como si nada, no era justo, si la regué pues que me lo diga, no mejor no, mejor me quedo quieto, mmmm, pero es que.... y así todo el pinche día, y ella como si nada.


En una de esas fui a mear, y en el camino me alcanzó. -A ver grandulón, tú y yo tenemos que hablar- ¡Vertebra de burro! ¡ya se armó la gorda!.


-No te sientas mal, ese fue el inicio, un lindo inicio, porque hay un asunto que tenemos que terminar pero no es bueno que sea aquí. Te voy a dar mi teléfono y me llamas el miércoles. Por ahora sólo quiero que sepas que eres un gran besador y que lo pasé muy bien anoche, que ese accidente no fue tan malo que pasara, lo mejor fue detenerlo porque no es el lugar ni el momento adecuado-.


Me quitó un gran peso de encima, pero mi ansiedad creció. Ella me dijo también que habríamos de ser discretos, que ese era nuestro secreto y que si se enteraba alguien se tenía que terminar. Me hizo prometerle que ni a mi mejor amigo, que nadie tenia que enterarse. Me dio un breve beso en los labios y dijo -Para la gente yo soy la tía de Alberto y tú eres uno de sus mejores amigos, nada más-. Se dio la vuelta y se fue.


El resto del tiempo fue inevitable dejar de verla, y se hizo un raro juego entre ella y yo que nadie captó. Nos echábamos miradas de complicidad, pero no nos hablábamos. Ese fue un gran viaje a Cuernavaca.


El miércoles siguiente, después de darle mil vueltas al teléfono, me armé de valor y le llamé...


Como lo dije antes, si a Lucas le tomó 6 episodios ¿por qué a mí no me puede tomar lo mismo? Ahora si prometo terminar esta historia en la siguiente entrega. Prometo también no tardar tanto en publicarla.


No olviden dejar sus choros, porque si no veo comentarios pienso que le escribo al aire.